Ucrania: el conflicto geopolítico de nuestra década
una columna por: Deepak Rendón
La <<Operación Militar Especial>> en Ucrania es un episodio bélico en curso a gran escala que empezó el 24 de febrero de 2022 y forma parte de la guerra ruso-ucraniana comenzada en 2014. Es el mayor ataque militar convencional en suelo europeo desde las guerras yugoslavas, generando la mayor crisis de refugiados en el continente desde la Segunda Guerra Mundial, con más de cuatro millones de ucranianos abandonando el país y siete millones de desplazados internos.
La dinámica de la guerra de Ucrania ha entrado en un punto sin retorno donde ya no hay proporcionalidad entre medios y fines. Lo que comenzó como una probable victoria rápida rusa hace un año, hoy se ha convertido en una guerra de desgaste donde se han perdido los objetivos iniciales y las partes ponen todo a su disposición para alargar el conflicto, arrastrando consigo a todos los países involucrados e interesados en esta guerra. En vísperas del aniversario de este conflicto, se han visto situaciones que hace un año se hubiera pensado que desencadenaría una escalada nuclear, como la visita de Biden a Kiev. Un claro mensaje de apoyo de Estados Unidos que no dejará sola a Ucrania en esta Guerra. También estamos viendo como los bloques se están alineando entre Occidente contra Rusia y China. Es sabido que la primera víctima cuando llega una guerra es la verdad. Y estamos ante una guerra, tras la que laten choques de enormes intereses geopolíticos.
¿De quién es la verdad del conflicto?
Al principio, antes y después de la invasión rusa, hubo cierto interés por debatir cómo se había llegado a esto, si realmente EEUU y sus aliados habían engañado a Gorbachov con la promesa, que luego incumplió Clinton, de que no habría ampliación de la OTAN más allá de Alemania del Este tras la unificación. También se realizó cierto análisis de lo que había pasado en la revolución del Maidán en Kiev en 2013 y 2014, con EEUU muy activo antes de la ocupación y anexión por Rusia de Crimea y su avance en el este del país.
Pero ante la brutalidad de la acción militar rusa, el interés analítico ha ido decayendo a favor del relato. El relato no es la verdad. Y desde Occidente (OTAN y UE), que ha redescubierto su dependencia estratégica en EEUU, se insiste en ganar el relato, no la verdad. Algo propio de nuestra época de hipercomunicación. Esta es una guerra con escasa información pública y fidedigna.
La pugna por el alma rusa
El presidente ruso Vladimir Putin ha revivido su narrativa imperialista de que Rusia está luchando por las “fronteras históricas” de Rusia, una narrativa que expresó de manera similar en su discurso antes de la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022. El concepto de “fronteras históricas” de Rusia podría justificar la agresión contra casi cualquiera de los vecinos de Rusia, así como contra Moldavia y los estados de Asia Central que no comparten frontera con Rusia, ya que todos ellos contienen territorio que perteneció en algún momento a la Unión Soviética o al Imperio Ruso, o a ambos. En este sentido, son claras las ambiciones y necesidades de la federación rusa, que ve cómo su influencia, heredada de la época soviética, se ve mermada y amenazada por Occidente. No es casual que para Putin la caída de la URSS haya sido la mayor catástrofe para Rusia, promoviendo un repensamiento de la era comunista para cuestionar la integridad territorial de países vecinos que se independizaron al caer la URSS. Ejemplo de lo anterior es el territorio de la << Novarrusia o Rusia Nueva>>, término histórico usado en el siglo XIX en el Imperio ruso para designar el territorio de la costa septentrional del mar Negro (hoy es parte sur del Ucrania, sur de Rusia, y Transnistria de Moldavia). Este pedazo de territorio, hoy en guerra, es reclamado por los nacionalistas rusos como parte integral de la federación rusa a pesar de que hoy es parte de la soberanía de otros países.
El discurso nacionalista por el espacio ruso por parte de Putin, también de altos militares y funcionarios nos dan a entender que, para Rusia, en esta guerra está en juego el espíritu y lo que ellos consideran debería ser su espacio para vivir. No se trata de una simple guerra de expansionismo ruso, se trata de reivindicar zonas y evitar la pérdida de territorios del imaginativo ruso.
La guerra no fue siempre necesaria. Los rusos no necesitaban controlar Ucrania de manera directa, les bastaba con tener cierta influencia tanto política como económica en ella. Sin embargo, para el año 2021 Rusia ya había tomado la decisión de invadir porque llegaron a la conclusión que Ucrania llegaría a brazos de Occidente pronto y, con ello, significaba la pérdida de este territorio. El discurso Nacionalista de Putin se había aclarado para 2021. ¿Qué decidieron? Una estrategia de ataque preventivo: atacar Ucrania para defenderse de la interferencia de Occidente en esa zona de influencia tradicionalmente rusa. Era algo inevitable. Si hubieran tardado un año más en prepararse, igualmente hubieran invadido para estas fechas. Todo se trata de la supervivencia del espacio en el que vive el alma rusa.
Rusia contra Occidente: La economía rusa resiste
Las batallas se libran con sangre en Ucrania y con números en los mercados internacionales. Al mismo tiempo que Europa logra evitar la recesión, la economía rusa tuvo una caída de un 2,3% en 2022. El efecto de las sanciones es acumulativo, lo que quiere decir que cada día que pasa las sanciones hacen más daño a las bases económicas de Rusia en un goteo lento pero constante de las arcas rusas. Hace un año las previsiones de importantes instituciones económicas daban por hecho una recesión de hasta un 10% por causa de las sanciones al petróleo ruso. El importe masivo de petróleo ruso barato por parte de la India explica el por qué no se desaceleró tanto la economía. También la utilización de flotas fantasma para transportar petróleo a Asia ayuda a evitar las sanciones. Aquí lo relevante no es que los economistas se hayan equivocado otra vez, sino que la batalla económica que se está librando en esta guerra no tiene un ganador o perdedor claro.
Balanza comercial de Rusia con India. Destaca la masiva importación de crudo crudo ruso una vez iniciado el conflicto.
Las armas económicas que tenía Putin para disuadir y contrarrestar la posible ayuda de la Unión Europea, al iniciar la invasión, eran dos: i) el petróleo y el gas y ii) la exportación de granos y fertilizantes que producen.
Europa dependía en gran medida del flujo de gas y petróleo que llegaba por los gasoductos de Gazprom, empresa estatal rusa, indispensables para la industria y la calefacción en invierno. Pero, los europeos tuvieron una buena planificación para evitar un mal invierno: disminuyeron la demanda de gas y diversificaron las reversas, junto con un invierno anormalmente cálido, les dio una victoria energética momentánea; ahora el reto está en el próximo invierno, puesto que mucho del gas que actualmente tienen aún es ruso (de antes de sanciones). Además, la reapertura de China supondrá un aumento de su consumo energético y, por tanto, ese GNL que <<liberó>> China durante el año pasado ya no estará disponible haciendo que la competición por el GNL sea más dura y, en consecuencia, más cara. Llenar las reservas en 2023 será más complicado que en 2022. La batalla energética aún no ha terminado.
La otra arma era el grano y fertilizantes que se dejaba de exportar por causa de la guerra. El precio de los alimentos a nivel mundial creció, provocando una inflación generalizada. Sin embargo, el grano que se exporta de Ucrania es para países africanos principalmente. La estrategia de Putin era provocar un cierto grado de hambruna en África para provocar una migración africana hacia Europa y desafiara la capacidad europea para ayudar a Ucrania. Esto no se logró en su totalidad, en parte por el acuerdo de granos que actualmente está vigente entre las partes (acuerdo que Rusia desafía promoviendo malas prácticas en las inspecciones y retratos en la salida de los buques de granos). Las cifras hablan de unas pocas decenas de miles de migrantes a Europa en 2022, de los cuales la mayoría eran sirios.
Otro frente económico es África. Mientras Europa se retira del continente, Rusia parece no desaprovechar oportunidades. Rusia no es signataria del Tratado sobre el Comercio de Armas lo que la convierte en una alternativa para regímenes inestables o en conflicto a la hora de abastecerse. A la venta de equipo se suma el entrenamiento y la formación militar. En 2015, Rusia firmó acuerdos de cooperación militar con 20 países africanos. A cambio de armas y entrenamiento, Moscú consigue regímenes afines, concesiones para empresas como ha ocurrido en República Centroafricana e incluso bases militares como es el caso de Somalilandia. Por último, dos tercios de las inversiones rusas en África se centran en los sectores de la energía (especialmente en el uso civil de la energía atómica) y la minería. Rusia no está aislada del mundo. De momento, parece contar con aliados fiables en un continente que no tiene intención de abandonar a corto y medio plazo, donde ha encontrado un campo de actuación acorde a sus posibilidades, puede actuar de acuerdo con su visión estratégica y donde auto percibirse como potencia global.
Un golpe que podríamos considerar fatal para la economía rusa es el acceso a tecnologías claves para las empresas industriales. Importaban de Alemania las máquinas para las industrias pesadas. También hay escasez de componentes tecnológicos, como visores térmicos, claves para el equipamiento del ejército. Tendrán que recurrir a China para compensar la pérdida al acceso tecnológico.
Por otro lado, Ucrania se encuentra totalmente dependiente de la ayuda que le puedan brindar sus aliados. Las batallas y bombardeos han destruido buena parte de su industria, tanto civil como militar. Sin embargo, el panorama actual no da para pensar que dicha ayuda dejará de llegar para un corto-mediano plazo.
Los errores y la gran derrota de Rusia
Se cometieron varios errores que provocan que hoy Rusia se enfrente a su gran derrota: i) se subestimó la capacidad del estado ucraniano para defenderse; ii) unió a la UE y fortaleció a la OTAN; iii) los fracasos continuos en el campo de batalla que hacen que no se respeten las “líneas rojas” dadas por Moscú; y iv) la pérdida en la capacidad de mediación entre los países de sus zonas de influencia.
Resumidamente, la federación rusa ya no impone el mismo respeto ni sus fuerzas militares tienen ahora el mismo prestigio que hace un año. El denominado <<segundo mejor ejército del mundo>> fue parado en secó por un Estado que no contaba con su misma capacidad militar, ni en hombres, ni en armas, ni en tecnología. Es cierto que Estados Unidos y Europa proveyeron armas antes del inicio del conflicto, de los que se destaca el misil antitanque Javelin. Sin embargo, esa ayuda no se compara con el equipamiento que está recibiendo hoy Ucrania donde hasta se pueden contar tanques modernos, como el Leopard2, que tomará el ejército para combatir en los próximos meses.
Los fracasos en el campo de batalla han hecho parecer a Rusia débil y, prácticamente, sólo tienen las armas estratégicas nucleares para disuadir la intervención directa de la OTAN y un posible avance o reconquista de Crimea y el Donbás por parte de Ucrania (por considerarse territorio ruso). También el fracaso para evitar que la UE se involucre en el conflicto afianzó los lazos entre ellos con la OTAN por el temor a un nuevo expansionismo después de esta guerra. También se ha visto un deterioro en la capacidad rusa de mediar en los conflictos de Asia central. Ejemplo de lo anterior se dio cuando Armenia se plantó en noviembre del año pasado ante Putin y no firmó la declaración final del documento de paz con Azerbaiyán en la cumbre de la Organización del Tratado de Seguridad colectiva (OTSC, la OTAN rusa), por falta de apoyo y garantías en su conflicto del Nagorno Karabaj. Estás grietas en la capacidad de intervención las ha aprovechado Estados Unidos que envió a Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes, a Armenia para tratar estos temas del conflicto y economía del país.
Todo lo anterior da lugar a un hecho: Rusia saldrá degradada como potencia global por décadas. Su gran derrota es esa, y es lo que se busca (aún a costa de Ucrania) en occidente, que deje de ser una amenaza y país influyente en Asia. Esta es la primera vez en la historia en la que una Potencia global derrota a otra mediante un tercer país. A Estados Unidos le es muy rentable Ucrania y está guerra para derrotar a la potencia rusa. No hay precedente alguno en la historia.
¿Y China?
China tiene múltiples intereses en la guerra de Ucrania, primero de todo, no desea la derrota de su socio ruso. Una Rusia débil es un peligro para Pekín, ya que le restaría aliados en una futura confrontación con Occidente. A Pekín tampoco le interesa un Moscú muy fuerte, después de todo, ambas potencias pueden ver colisionar los intereses en otras regiones del mundo, por ejemplo, Asia Central. Igualmente, es posible que a China no le desagrade que la guerra en Ucrania continúe a medio-largo plazo. Cuanta más atención tenga EE.UU en Ucrania, mejor para los intereses chinos en Asia-Pacífico.
Entonces, China se ha presenta en esta guerra como una potencia diplomática frente a un Occidente belicoso, pasando casi desapercibida para evitar posibles roces con un Estados Unidos que la considera su mayor enemigo actualmente. Sin embargo, la guerra está arrastrando consigo a todos los países de los dos bandos a un punto sin retorno. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, advirtió de que China está estudiando la posibilidad de suministrar armamento y munición a Rusia. China ya aporta apoyo no letal a Rusia, pero las últimas informaciones con las que cuenta Washington apuntan a que podría proporcionar apoyo letal, lo cual podría tener graves consecuencias. Los comentarios de Estados Unidos parecen ser una de las advertencias más claras de que China podría estar dispuesta a ir más allá del apoyo retórico, político o diplomático a Rusia y estar dispuesta a ayudarla a armarse en su lucha de más de un año contra Ucrania.
La dinámica y rumbo de la guerra
Carl von Clausewitz, un destacado teórico militar prusiano del siglo XIX, tenía ciertos temores en relación a la racionalidad de la guerra.
En su obra maestra <<De la Guerra>>, Clausewitz sostiene que la guerra es un acto político, un medio para alcanzar objetivos políticos. Él argumentaba que la guerra nunca es un fin en sí misma, sino que siempre está dirigida hacia algún objetivo político más amplio.
Sin embargo, Clausewitz también reconocía que la guerra es una actividad extremadamente destructiva y caótica, y que a menudo escapa al control de los líderes políticos que la han iniciado. Él temía que la lógica fría y calculadora de la racionalidad pudiera llevar a los líderes políticos y militares a subestimar la complejidad y la incertidumbre de la guerra, lo que podría llevar a decisiones desastrosas.
Vemos en esta guerra lo que decía Clausewitz y su temor de manera clara. Lo que comenzó con objetivos muy proporcionales a los medios, donde se intentó conseguir a Ucrania por medio de un golpe rápido en Kiev, se ha convertido en una auténtica guerra de desgaste donde por un objetivo mínimo, que es capturar el Donbás, los rusos están dispuestos a sostener una guerra larga y los ucranianos, por recuperar el territorio que puedan recuperar, también están dispuestos a hacerlo. También vemos como los bloques se alinean. Si hace unos meses se pensaba que la UE sería timorata a la hora de lidiar con Rusia, ahora se ve que está más que dispuesta a hacer una enorme apuesta por Ucrania, un territorio que nunca había sido muy importante para la UE. Lo mismo en el caso de Estados Unidos, lo que empezó siendo una contenida entrega de armamento donde lo que se buscaba ante todo era evitar la derrota ucraniana, hoy compromete las reservas estratégicas de municiones de los ejércitos de los Estados Unidos.
Los dos bandos ya están posicionados. Tenemos a un Occidente cada vez más movilizado que va a apoyar a Ucrania. Desde que no cambie la presidencia la presidencia de Estados Unidos no va a ver un cambio importante en este sentido y, aunque así fuera, probablemente no habría un cambio tan profundo como para alterar el balance fundamental de la guerra. Del otro lado tenemos a Rusia que está preparando a su población, y en las palabras de Putin de la redirección y el gasto extraordinario del presupuesto ruso se apunta de una manera clara a una cosa: la industria y la población están transitando de una economía de paz a una economía de guerra. Ya solo queda una cosa por saber dentro de lo previsible y es, ¿China qué va a hacer? Está claro que China ha evitado involucrarse en este conflicto, pero esto cada vez tiene un magnetismo creciente que va a acabar forzando a Pekín a tomar decisiones.
Y es que Rusia le va a pedir a China que se involucre en el conflicto, y si esto sucede ya tenemos el choque completo. Buena parte de la industria de Occidente puesta al servicio de Ucrania y la industria de China y Rusia puestas al servicio del ejército ruso. A lo largo de este año el frente de combate se va a llenar de más fuerzas, más hombres y más armas, y a los dos bandos se les va a hacer muy complicado avanzar. Si los objetivos rusos son maximalistas, si quieren Kiev y quieren Ucrania, van a tener que jugar a muy largo plazo en donde todo es impredecible. De otro lado, Ucrania sí tiene la posibilidad de acabar la guerra rápido porque a cien km tienen Crimea. Su reconquista causaría inestabilidad a Putin y provocaría la amenaza de una escalada nuclear que podría permitir un acuerdo temporal de paz. Pero, esos cien km son difíciles de recorrer y los rusos lo evitarían a toda costa. Todas estas situaciones apuntan a que esta guerra va a ir a una guerra larga.
¿Qué puede ofrecer este conflicto para Colombia?: Análisis y recomendaciones
La guerra en Ucrania ha sacudido la economía mundial y el tablero geopolítico internacional. Ha introducido nuevos conceptos y necesidades en la guerra moderna. No se puede ser indiferente ni creer que las cosas que están pasando en Europa del Este no afectan a Colombia. Un rápido análisis del panorama económico del que nos presenta este conflicto es que el petróleo y el gas son y seguirán siendo indispensables para las finanzas públicas de nuestro país. No podemos jugar con la soberanía energética deshaciendo las oportunidades de encontrar nuevos yacimientos cuando la situación del mercado petrolero es cada día más volátil e incierto. China para este año aumentará su demanda de hidrocarburos este año por la apertura al dejar sus políticas restrictivas de <<Cero Covid>>; Rusia anunció un recorte de medio millón de barriles de petróleo diarios para marzo, lo que haría que el precio seguramente suba ya que el petróleo ruso no tiene sustitutos posibles a corto o mediano plazo. ¿Por qué bajarnos del bus del petróleo cuando todo el mundo se está volviendo a subir en él? Hay tres casos concretos de por qué radicalizar nuestra posición de no explotar nuevos pozos de petróleo, poniendo de excusa la transición energética que propone el gobierno, no es inteligente de parte de Petro y nos afectaría en gran manera.
i) Arabia Saudita: Tienen una producción de petróleo al alza, al tiempo que otros sectores van ganando participación en la economía. Entienden que, si marchitan el petróleo deliberadamente, perderán recursos para financiar su transición energética.
Los sectores no petroleros conforman un sector cada vez más sólido dentro de la economía Saudí, sin embargo, el petróleo les es necesario para seguir financiando la diversificación de su cartera. ii) Noruega: Su gobierno de centro izquierda anunció que seguirá apostando a la producción de petróleo y gas incluso más allá del 2050, entendiendo que esto no riñe con el desarrollo de energías renovables.
iii) Reino Unido: Conscientes de la importancia de asegurar su seguridad energética, el gobierno continúa asignando exitosamente nuevas licencias de exploración de petróleo y gas. En paralelo apuestan a reducir su consumo de hidrocarburos.
No se trata, entonces, de seguir siendo dependientes de los hidrocarburos. Para lograr una transición energética exitosa y garantizar nuestra soberanía energética son necesarias las petroleras. Para esta guerra, que tiene toda la pinta que durará años y lo que pase en ella afecta en gran medida nuestro país, es necesario seguir apostando a la exploración para tener con qué financiar una transición energética y tener herramientas económicas para protegernos de los daños colaterales que pueda presentar este conflicto.
En materia de seguridad y defensa hay mucho de lo que podemos aprender. A mi pregunta de <<¿Qué puede ofrecer la guerra de Ucrania para Colombia?>>, Yago Rodriguez, director del medio The Political Room y candidato a doctorado en innovación militar de insurgencia, respondió que se hace imperativo el aumento en la capacidad para procesar datos e integrarlos en un sistema rápido de decisión, donde sea poco el tiempo desde que se toman los datos para luego llevarlos por la cadena de mando hasta llegar a quien toma las decisiones. Esta guerra ha demostrado que tiene ventaja el bando que tenga la manera más rápida y eficaz de obtener datos del enemigo, a través de drones y satélites, para luego procesarla y mandarla a quien toma las decisiones. No gana el que dispara primero, gana el que sepa dónde disparar y lo haga antes que el otro. Para el caso colombiano, poseer drones de reconocimientos e invertir para aumentar la capacidad de análisis de los datos de dichos drones y pasar esa información lo más rápido posible a las cadenas de mando militar ayudaría enormemente con los conflictos de insurgencia y la guerra contra las drogas. Incluso la compra de drones con armamento o drones kamikaze serían efectivos. ¿Cuántos bosques y ríos no se salvarían si se detectan más rápido las mineras ilegales por el uso de drones? ¿Cuántas rutas de la coca no se podrían detectar e intervenir para combatir las finanzas ilegales a un costo mínimo?¿Cuántos militares no se salvarían de una posible emboscada por el reconocimiento que pueda hacer un dron con anterioridad? ¿Cuántos paros armados se deben seguir soportando para integrar estas innovaciones y combatir eficazmente a los grupos que no quieren integrarse a un proceso de paz o, como las disidencias de las FARC, sencillamente no cumplen con dichos acuerdos?A pesar de la geografía tan espesa y difícil de las zonas comúnmente en conflicto, estás tecnologías son implementables y pueden ahorrar dinero y vidas. La clave está en la velocidad en que llegan los datos para la toma de decisiones.
No se debe esperar a que caiga el primer dron kamikaze sobre alguna base militar en el Cauca, por ejemplo, para vernos en la necesidad de adquirir estas tecnologías y aprender sobre ellas para integrarlas al sistema militar. Se trata de la seguridad interna del país. No se pueden escatimar recursos para ello y Ucrania y Rusia nos han abierto el panorama y el camino de lo que ya es la guerra moderna. Si no nos adaptamos primero, los demás lo harán. Esperemos con fé ciega que no llegue el primer muerto por el uso de estás tecnologías de parte de los grupos armados ilegales para que el gobierno actúe con diligencia.