Ser Uigur en China se volvió un delito y al mundo no le puede importar menos.

Revista The Lobby
6 min readNov 16, 2021

--

Por: Yuseli Pineda, estudiante de derecho y antropología, y miembro del equipo editorial The Lobby.

Los Uigures son un grupo étnico tradicional chino ubicado en la Región Autónoma de Xinjiang desde hace siglos. Además, son uno de los 56 grupos éticos reconocidos por el gobierno chino. Esta población tiene creencias islámicas relacionadas con los pueblos túrquicos de Asia Central. Poseen un idioma propio derivado de las lenguas altaicas y poseen dos dialectos: el septentrional y el meridional. En la actualidad, los uigures apenas alcanzan la mitad de la población de Sinkiang (el 45%), de ahí el malestar creciente por lo que llaman la “hanización” de sus costumbres. Los chinos superan ya el 40% de la población provincial. Adicionalmente se han apoderado de los puestos de mayor responsabilidad e influencia, es decir, de buena parte de la administración pública. Los uigures en Sinkiang sufren de un estado policial de pleno derecho con controles y restricciones extensas en su vida religiosa, cultural y social fundado en el miedo al nacimiento de ramas extremistas tras las múltiples protestas que se han dado por la limitación del trabajo y el despojo de las tierras.

Ahora, tras este marco del miedo se esconde un profundo rechazo a la diferencia y una fuerte motivación de explotación económica. China, el gigante asiático, es sumamente polémico sobre los límites ante los cuales está dispuesto a llegar para proteger su tan preciado régimen. El problema es que no seguiremos pasando por alto los abusos cometidos hacía ellos y daremos a conocer un poco de todos los abusos que el gobierno de China comete contra los Uigures para preservar la unidad cultural en su territorio con el propósito de mantener el control sobre toda la población nacional. A lo que me refiero es que, desde 2009 hay evidencia de que los miembros pertenecientes a la etnia Uigur son perseguidos por las autoridades centrales de China por supuestos actos terroristas. A la fecha muchos uigures influyentes han sido encarcelados o han tenido que buscar asilo en el extranjero tras ser acusados de terrorismo durante la última década; un ejemplo de esto es Rebiya Kadeer, lideresa exiliada desde hace unos años en Estados Unidos, la cual ha luchado por el acceso al trabajo y a la tierra de su gente incluso desde la distancia. Si esta situación viene desde hace tanto tiempo ¿por qué es relevante ahora? ¿De qué violaciones de derechos hablas? Lastimosamente, los hechos han pasado desapercibidos y la gota que derramó el vaso fue en 2018 cuando se hicieron públicas la existencia de Campos de Detención secretos. Los anteriores son edificios pertenecientes al gobierno que han sido reestructurados para usarlos como instituciones de reforma de la conducta, el nombre dado por las autoridades de la región autónoma de Xinjiang para designarlos es “Centros de Reeducación”. En ellos son recluidos, en contra de su voluntad, los miembros de la etnia Uigur para que asuman las costumbres y tradiciones propias de los chinos y se alejen de las corrientes religiosas que predominan en Asia Central, en las cuales el islam sigue siendo bastante fuerte.

El gobierno chino tiene un mayor número de policía local en esta región; comparado con los cuerpos armados desplegados en otras ciudades, en esta zona casi que duplicaron a los agentes. El hostigamiento se evidencia en que obligan a la población a someterse a análisis de ADN y revisión de celulares para verificar sus historiales de búsqueda. Tener páginas con contenido religioso islámico o simplemente leer el Corán son actividades prohibidas y son motivo suficiente para ser encerrado en uno de los Centros de Reeducación, sin mediación del aparato judicial. Allá son retenidos todos aquellos que el gobierno considere “políticamente inestables”. De acuerdo con Radio Asia Free hay alrededor de 3 millones Uigures musulmanes que han sido encerrados desde 2016, se sabe poco sobre ellos y la mayoría no ha salido. Las mezquitas son destruidas, existe la prohibición implícita de la práctica islámica, si bien no es un mandato legítimo, toda persona que sea vista leyendo el Corán es obligado a quemarlo. Más de 500.000 niños sufren estar separados de sus padres para ser llevados instituciones de adoctrinamiento. Los reporteros han viralizado videos en los que se evidencia tortura y asesinato de aquellos que se nieguen a apartarse del Islam. Algunas prácticas como el aborto forzado, la vigilancia y monitoreo las 24 horas del día, los 7 días de la semana, mujeres siendo esterilizadas forzadamente, la extracción de úteros, violaciones por parte de las autoridades del lugar y matrimonios forzados con hombres chinos es el panorama que se le presenta a esta población. Todo lo anterior por el simple hecho de ser fieles creyentes de una religión marcada por una tragedia.

Los crímenes de lesa humanidad que se cometen en este lugar han sido silenciados por años y a pesar de los esfuerzos por dar a conocer la situación parece no ser relevante para los países que no son islámicos. Mientras la ira crece entre los países tildados como ovejas negras de la comunidad internacional, las naciones y las entidades que critican regularmente a Israel por sus acciones contra los musulmanes y se jactaban imponiendo sanciones a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, se han mantenido callados sobre el trato de China a los Uigures.

No es “reeducar”, el gobierno chino pretende despojar a este grupo étnico de sus tradiciones, a esto se le conoce como “limpieza étnica”. En la actualidad, la región ha recibido grandes inversiones para ejecutar proyectos industriales y energéticos que Pekín presenta como avances. No obstante, muchos uigures se quejan de que la etnia Han, propia de China, les quita trabajo y de que sus tierras de cultivo han sido confiscadas para ser re-urbanizadas. En medio de la crisis de esta fracción musulmana en China, algunos países como Turquía han decidido acoger 50.000 Uigures que han huido del gigante asiático. El hostigamiento y la represión no es un estilo de vida, los Uigures son violentados a diario y debería importarnos tanto como si fueran occidentales culturizados en nuestras mismas costumbres por el simple hecho de ser personas. Una religión no nos hace más o menos humanos. Una ideología del miedo no debería ser excusa para eliminar a una etnia, que, aunque muy diferente, sus integrantes siguen siendo nuestros iguales.

En la historia de la humanidad los pensadores y las pensadoras de todos los tiempos llegan a cuestionarse si el humano es realmente malo por naturaleza o la sociedad es quien lo contamina. Actualmente tendemos a pensar que son las interacciones sociales las que crean la maldad en el pensamiento de las personas. Por otra parte, los planteamientos de la “evolución intelectual” llevan a pensar que hechos como el Holocausto Nazi o los Genocidios cometidos en Armenia, Ucrania, Ruanda y Camboya no volverán a ocurrir. De hecho, se repudia todo tipo de actos o alusiones que defiendan los hechos cometidos contra estas personas.

En una sociedad enfocada en la protección de los Derechos Humanos y que lucha por la igualdad de las personas ¿por qué tapan los hechos cometidos contra ciertas poblaciones? Desde el ataque del 9/11 en Estados Unidos el mundo occidental ha sido juez y verdugo de los y las musulmanas por la simple razón de profesar una religión. Múltiples mecanismos de represión de su cultura se han visto justificados en la lucha contra el terrorismo, pero ¿hasta qué punto van a seguir pisoteando a las personas musulmanas escudándose en un supuesto miedo? No es un secreto que los países europeos y las potencias mundiales se disputan los territorios petroleros del Golfo Pérsico y Africanos como si de su jardín trasero se tratara, Las múltiples incursiones militares en estas zonas han dejado ver que su excusa ante la comunidad internacional de que se hace como forma de “liberar” a las naciones del extremismo religioso no es tan sincera ni bonita como parece. Tristemente, el manejo de las relaciones diplomáticas ha ocasionado que en el resto de los países lo hayamos normalizado por ser países islámicos. No obstante, ¿permitiríamos un nuevo genocidio simplemente por miedo a un supuesto ataque terrorista? Pues lo estamos haciendo, somos la generación de los hipócritas, los que alzamos la voz por la protección de los derechos humanos, pero nos hacemos los de la vista gorda a los crímenes de lesa humanidad en los lugares “diferentes” a nosotros.

--

--

Revista The Lobby
Revista The Lobby

Written by Revista The Lobby

Somos la revista de estudios globales de la Universidad de los Andes.

No responses yet