El giro a la izquierda de América Latina
una columna escrita por: David Florez
El mundo después de la segunda guerra mundial se convirtió en un campo de batalla entre el comunismo y el capitalismo. Desde entonces, el relato liberal parece haber dominado el mundo y ensanchado su visión sobre la supremacía de la libertad individual. Sin embargo, todo indica que esta guerra aún no termina. Ha surgido un nuevo progresismo, unas veces más hostil y otras más autoritario, que está dispuesto a dar la batalla aprovechando la inestabilidad y la falta de efectividad de los sistemas políticos latinoamericanos. Es así como el fracaso de la clase política tradicional y del sistema liberal en América Latina ha sido el principal motor del ascenso de los gobiernos de izquierda en el continente.
Aún para la literatura reciente es difícil definir el término de “izquierda” desde que el grueso de sus dirigentes comenzó a dejar de lado su resistencia a la economía de mercado y la lucha de clases. Sin embargo, su contexto histórico nos puede ilustrar mucho mejor. En 1789, durante el desarrollo de la Asamblea Constituyente de Francia surgía la pregunta más revolucionaria de la época: ¿Cuánto poder debe tener el rey? El día de la votación, el grupo más conservador, que defendía el poderío absoluto del rey; es decir, aquellos que querían que todo siguiera igual, se sentó del lado derecho del recinto. Del otro lado, en las sillas de la izquierda, se comenzaron a reunir los revolucionarios que pedían un cambio radical. La definición contemporánea se adaptaría muy bien a su pasado histórico, en la medida en la que también busca un cambio de los sistemas políticos actuales hacia “la igualdad y la solidaridad”.
Ese cambio no está precisamente bien definido y se ha desarrollado de manera muy heterogénea en América Latina. Mientras algunos gobiernos, como en Cuba, han sido reacios a la propiedad privada, otros más hostiles ven en el libre mercado una oportunidad para que el crecimiento económico pueda financiar todo el gasto social que se proponen. Además, con el pasar de los años y los errores de sus antecesores, muchos se han vuelto críticos y marcan distancia de gobiernos de izquierda que han fracasado. En particular, el caso de Venezuela es llamativo; después de un auge petrolero que no se supo controlar, acompañado de políticas carentes de planificación, su economía, y su democracia, han caído sin parar. Por su parte, el desastre democrático de Perú que termino con la destitución del presidente Pedro Castillo también es una muestra de lo desastroso que puede llegar a ser que la izquierda se deje llevar por la necesidad de mostrar resultados ante una oportunidad de gobierno que llevaban décadas esperando. Es por esto que los nuevos lideres de izquierda responden con planes de gobierno que propone el sistema productivo sobre el extractivo y que buscan generar a todas luces proyecciones de estabilidad democrática.
Ante esto surge la pregunta: ¿No es curioso, además de preocupante, que con ejemplos como el de Venezuela y Cuba, los gobiernos de izquierda sigan en ascenso? Mirando un poco más de fondo, deja de ser tan sorprendente. En primer lugar, una porción cada vez más grande de la población viene desarrollando una descontrolada antipatía hacia el establecimiento, forjada por su falta de resultados. Logra explicarlo el hecho de que América latina no solo sea de las regiones con mayor desigualdad sino también con la menor movilidad social (García et al. 2015). Además, el 50% de los trabajadores de la región son informales (CEPAL, 2021), lo que reduce sus posibilidades de acceder a condiciones dignas de trabajo y seguridad social. En realidad, parece ser que la sociedad no se dio cuenta de que el sistema liberal no funciona; sino que, por el contrario, funciona muy bien, pero solo para una minúscula élite a costa de las masas.
Ahora bien, este giro a la izquierda también viene apoyada de sucesos internacionales como la pérdida de influencia e intervencionismo de los Estados Unidos en todo el continente durante las dos últimas décadas. Tal como menciona la nueva directora para la división de las Américas de la ONG Human Right Watch, Juanita Goebertus, “cada vez más estos regímenes autoritarios tienen menos interés en respetar lo que dice Washington, que perdió influencia y dejó espacio para la penetración de Rusia y China y para que estos regímenes se alineen para bajar los estándares democráticos y de derechos humanos.”. (Gómez, 2022). Una muestra de ello es el rápido crecimiento de la participación de China como socio comercial y financiero de América Latina. Tan solo en el caso Colombiano China tuvo una participación del 24% de las importaciones, con tendencias crecientes, y Estados Unidos del 23% en el 2021, según datos del DANE. Así, la legitimidad de Estados Unidos se ha venido perdiendo y con ello el control que podía ejercer para maniobrar las tendencias revolucionarias del continente.
En definitiva, el giro a la izquierda de América Latina parece no tener freno. La izquierda ganó las elecciones en Chile y Honduras en las últimas semanas del 2021, así como en Colombia y Brasil lo hizo en el 2022. De esta manera, Boric, Castro, Petro y Lula se suman a una larga cadena contagiosa en América Latina bajo la cual la izquierda y la centroizquierda terminaron dominando las seis economías más grandes de la región y teniendo en sus manos el futuro de todo un continente. Sin embargo, aunque la tendencia no ha sido universal y la derecha ataca firmemente con quienes siguen defendiendo el liberalismo, el giro a la izquierda de América latina parece preocupante, pero también parece ser la única salida para escapar de la fallida clase política tradicional. Solo queda esperar que el remedio no termine siendo peor que la enfermedad y la desesperación no nos lleve a dar un salto al vacío.