El Capricho de la Libertad de Expresión
por: Juan Pablo Vergara, estudiante de Ciencia Política e Historia
El lunes fue tema de conversación en el taxi camino a casa la nueva adquisición del magnate sudafricano cuyo nombre prefiero no recordar. Por la módica suma de 44 salarios mínimos de billonario, Twitter ahora hacía parte de la colección personal del dueño de Tesla y aparentaba ser algo problemático para la horda de científicos sociales que sigo en dicha red. “Tenaz” le dije al taxista que intentaba propiciar una discusión-. Era una noticia que me sorprendía tanto por la astronómica suma de dinero con la que se realizaba la transacción cómo por lo viral del asunto.
- “¿Y eso?” inquirió el conductor
- Pues, 44 billones son siempre complicados de sacar
- No, claro, pero es que ahí hacía falta que pusieran orden
- “¿Y eso?” le devolví la pregunta
- Es que ahí ya no se puede hablar tranquilo
El señor procedió a sacar su celular en un semáforo en rojo, abrió la aplicación del pajarito y me mostró que varios políticos, periodistas y personas del común lo habían bloqueado. La compra de Twitter -según entiendo- se hizo como un esfuerzo desesperado y necesario para la restitución de la libertad de expresión, el paladín de la verdad surgía como héroe para muchas personas aguardando la llegada de alguien que les concediera tan anhelado y necesario derecho, hasta ahí todo bien. El debate por la libertad de expresión antecede la aparición de este personaje con ínfulas de playboy, y el ágora de la discusión no podía ser otro más que Twitter.
- “Uy” exclamé con falsa sorpresa, “¿Qué les dijo?”
- Nada, es que esos hijueputas petristas se las creen saber todas, uno que dice las cosas como son y se delican. Vea esa loca, por ejemplo
Con los ojos sobre la circunvalar y la mano sobre la pantalla del teléfono me indicaba con una extraña destreza a la persona en cuestión: Un estudiante, un rostro que no había visto en la vida, estático entre el círculo de la foto de perfil, para nada una amenaza a la intachable libertad de expresarse del señor al volante. ¿Acaso el caballero de SpaceX, de brillante armadura blandía un sable de doble filo? Es claro que las intenciones del multibillonario no se originan en la maldad pura (aunque concentrar esa cantidad tan obscena de dinero sí tiene un génesis oscuro), sin embargo, la cuestión se convierte en la siguiente: ¿Cómo se distingue la Libertad de Expresión del Discurso de Odio? A una la ampara la Constitución Política, y la otra es una clara vulneración a los derechos consignados en esa carta magna. Sin embargo, son tratadas como iguales, incluso ese discurso termina pasando el peaje de lo políticamente correcto por disfrazarse de libertad de expresión. ¿Cómo se podrían distinguir? ¿A qué responde cada una? ¿Sería una pretensión imposible o acaso una exageración de la performatividad del lenguaje?
Me sentí derrotado al salir del taxi, no solo por el recargo por lluvia que me dejé meter, sino también porque no podía comprender la secuencia lógica de la justificación de un discurso de odio. Ante todo, limitar una libertad de expresión resulta contraproducente con la intención original de este derecho. Esta movida financiera sirve de ejemplo para lo que intento exponer: Existe una creciente necesidad de trazar fronteras, reconocer que las narrativas que surgen del odio responden a sistemas históricamente arraigados. La homofobia, el racismo, el machismo, la persecución de sectores políticos, sociales, culturales, sexuales y étnicos son claramente distintos a las opiniones de un par de vejetes condenando a Santa Fe por dejarse ganar del claramente inferior Millonarios. Lo expuesto en este escrito no puede tratarse como una expresión de igual grado que una declaración abiertamente discriminatoria y odiosa como la del señor que manejaba el taxi. Tanto el éxtasis como la desilusión que significó la adquisición del pajarito azul son orillas que comprendo, sin embargo, quienes buscan el cobijo de una red social para buscar dañar a otro ser humano y luego legitimar su actual bajo un derecho inexistente necesitan escuchar la canción inaugural de “What’s Going On” de Marvin Gaye.
“You know we’ve got to find a way, to bring some loving here today”