Arriesgando la vida por un muro
por: Ana Segura, estudiante de Ciencia Política
Desde 1994, Estados Unidos ha estado construyendo un muro que separa la frontera que tiene con México, esto con el fin de minimizar la inmigración ilegal. Sin embargo, este proyecto no tomó fuerza hasta el posicionamiento del presidente Donald Trump. Para el 2017 lograron construir alrededor de 900 kilómetros del muro, el cual cuenta con tres barreras de contención, iluminación de muy alta intensidad, detectores de movimiento, sensores electrónicos y equipos con visión nocturna conectados a la policía fronteriza estadounidense, así como vigilancia permanente con camionetas todoterreno y helicópteros artillados. Aun cuando los riesgos son muy altos para traspasar el muro, miles de personas intentan hacerlo, dejando de lado las consecuencias como, la deportación inmediata, sanciones económicas e incluso abuso sexual o la muerte. Entonces, teniendo en cuenta estas fatales consecuencias, ¿por qué la gente sigue poniendo su vida en riesgo al intentarlo?
Las condiciones en los países del sur han empeorado, en especial en la época de la pandemia del Covid-19, por esta razón, el número de personas que han intentado entrar a Estados Unidos ha incrementado significativamente. Para comenzar, según la Organización Internacional para la Migración (OIM) en el 2020, la cantidad de gente que se encuentra en la frontera creció un 100%, se encontraron más de 650 personas muertas, sin incluir a quienes desaparecen y las personas que nos son reportadas por sus familias. De igual forma, se arrestó a más de 1,7 millones de personas que argumentaron que traspasar el muro es una situación de vida o muerte y por esto recurren a alternativas tan peligrosas. En el caso de las mujeres, para lograr el sueño americano les toca “pagar un precio significativo”, por ejemplo, alrededor del 60% de las que han intentado cruzar el muro han reportado sufrir algún tipo de abuso sexual.
Además, hay condiciones por las que los caminantes tienen que pasar antes de llegar al muro, como, el desierto de Arizona, que cuenta con 260.000 kilómetros y donde la temperatura puede subir a más de 40 grados y bajar a 5. Son este tipo de circunstancias las que conllevan a que incluso personas que ya cruzaron digan:
“Yo fui uno de los que lo logró. Pero conozco a muchos que no pasaron, incluyendo un par que arrancaron conmigo. Y acá la vida en EE. UU. tampoco es fácil. No vale la pena. El riesgo es muy alto”
Ahora bien, también existe la posibilidad de que solo algunos miembros de la familia pasen y otros se queden. En este sentido, hasta el 2018 estaba vigente el programa “Tolerancia cero”, donde se separaban a los hijos de sus padres, porque al entrar ilegalmente al país, los adultos deben responder por el delito que cometieron y en consecuencia perdían la custodia de sus hijos. Esto generó, que muchos hijos se quedaran en Estados Unidos, sin comunicación con sus padres, que fueron deportados a sus países, dejando alrededor de 2.000 menores separados de sus familias y, aunque el programa fue anulado, en el 2021 todavía había alrededor de 611 niños que siguen sin poder comunicarse con sus familias.
No obstante, esta es la única solución para algunas personas, ya que en sus países no tienen oportunidades para mejorar sus situaciones y sus vidas están en peligro constantemente. En este orden de ideas, muchos arriesgan todo, dado que no tienen nada que perder, esta situación demuestra la desesperación de las personas latinoamericanas por buscar una mejor condición de vida. Sin embargo, lo más cuestionable es que los gobiernos del sur no hayan podido minimizar y controlar las circunstancias, además de la falta de regulación y estructuración de las políticas migratorias, ha llevado a Estados Unidos a tomar medidas extremas, como lo es el muro.